Hay una película de Fernando Trueba que siempre suelo recomendar a los amigos cuando vienen a casa, es "El Milagro de Candeal", la historia de aquella favela de Salvador de Bahía en la que Carlinhos Brown descubrió que si no hubiera sido por la música habría acabado como muchos de sus amigos de la infancia, muerto a tiros por la policía.
A los veinte años, Carlinhos Brown empezó a ganar dinero componiendo hits para gente como Sergio Mendes o Caetano Veloso. Una vez, al volver de una de sus giras al Candeal, le contaron que en una redada policial habían muerto cinco o seis chicos amigos suyos, chicos con los que había crecido. Carlinhos pensó que si no hubiera sido por la música, él podría haber muerto esa noche. La música le había salvado. Entonces comenzó a comprar instrumentos para el barrio y a crear grupos de música con los niños.
Así nació la Escuela de Música Popular Pracatum, que es el único conservatorio de música popular que existe en Brasil.Convirtiendo su barrio en su centro de operaciones y trabajando con músicos de allí, y formando varias generaciones de músicos, ha conseguido que esa favela sea un pueblecito donde el crimen es cero.
Una historia similar ocurre en la ciudad de Trujillo, en el Perú, donde un virtuoso músico peruano formado en el Conservatorio de Colonia, en Alemania, ha logrado la hazaña de formar una orquesta sinfónica con niños y adolescentes pobres y marginados del peligroso barrio del Porvenir.
Todo parte de la idea del flautista Joe Rodríguez, este músico trujillo que pudiendo trabajar en cualquier Sinfónica del Mundo, regresa al Perú para ayudar a los niños pobres de su querido Trujillo ofreciendose para enseñarles música a cambio de nada.
Empezaron dando palmas, como primer instrumento, luego unas sencillas flautas de tres soles hasta que debido al éxito de su convocatoria la fundación benéfica AVINA les donó violines y chelos para crear lo que conocemos hoy como "La Orquesta de Barro".
Tres años después de esos inicios de leyenda blanca, la orquesta ya cuenta con unos 50 músicos, niños y jóvenes. Todo empezó en El Porvenir, pero luego los lazos musicales se extendieron a los distritos de La Esperanza y Laredo, e incluso hasta Piura, donde hay unos 80 alumnos más. Y aunque al comienzo los profesores, unos ocho en total, visitaban estas zonas para impartir sus clases, la dinámica tuvo que cambiar por cuestiones económicas y ahora hay alumnos que van algunos días a la semana al centro de Trujillo, a la casa de los hermanos Rodríguez, donde se han ambientado habitaciones con lo poco que se necesita para que un niño sea medianamente feliz tocando un instrumento: una silla y porespan en las paredes para que la casa no retumbe.
Y como en el fondo se trata de una labor social, pues nada se paga. Los instrumentos se han ido comprando con las donaciones, con el dinero obtenido de algunos premios y con la mano amiga de quienes les sobra un violín en casa y lo han donado. Incluso de Alemania, donde Joe hizo amigos mientras estudió música años atrás, han llegado algunos instrumentos hasta las manos milagrosas de estos niños.
Y no solo instrumentos: en la casa de los hermanos Rodríguez vive desde hace unos meses Tatjana (léase Tatiana) Marzyn, una alemana de 17 años que maneja el violín hasta extremos eróticos, y que vino para enseñar lo que sabe a los niños del proyecto. Si a los niños les gusta esto de la musiquita es porque lo toman como un juego de sonidos donde el profesor no es un capataz que califica numéricamente, sino un amigo que guía con aplausos y sonrisas. El que quiera llegar a ser músico de verdad, lo será, pero la idea original consiste en darles a estos niños una respuesta al para qué: ¿Para qué tocar un violín si tengo hambre?, ¿para qué soplar una flauta si no tengo familia?, ¿para qué...? La respuesta se divide en siete partes, do, re, mi, fa, sol, la, si. Eso y la posibilidad infinita de pensar en otra cosa.
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