domingo, 1 de junio de 2008

SELECCION PERUANA DE FUTBOL EN ESPAÑA

Para todos estos peruanos que se ganan la vida cargando ladrillo en obras de construcción, limpiando pisos de restaurantes exclusivos y cuidando niños ajenos, ese empate que se evaporó trágicamente cuando la noche de Huelva sucumbía hubiera resultado el mejor homenaje para sus desvelos y privaciones. Perú fue uno para los que lo siguieron en el Nuevo Colombino y otro para los que lo vieron desde el otro lado del charco.
Los compatriotas presentes terminaron aplaudiendo el inmenso corazón de esta selección maltrecha, como si saborearan después de años un anticucho mal sazonado. Haberle dado un tremendo susto a España antes de su partida a la Eurocopa era más que suficiente. Ver a la rojiblanca por primera vez en esta ciudad valió el esfuerzo de gastar unos euros de más y aún dejar escapar un empate que hubiera significado un envión anímico distinto.
Eso desde los ojos del peruano que la sufre aquí, con la nostalgia en las pulsaciones. Otra cosa es lo que ven los españoles con ojos más escrutadores, sin dejar espacio a la compasión: “Se decía, para justificar el amistoso ante semejante rival, que Perú se parecía a Rusia, el primer adversario de España en la Eurocopa. En el blanco del uniforme, se parece. Porque Perú se parece a Perú, esto es, a nadie, por mucho que ayer acabara creyéndoselo”, leí en el portal del diario El País.
Descarnado, hiriente, casi tan chocante en el alma como un insulto xenófobo. Lo más doloroso es que es cierto. No hubiera sido exagerado que nos hubiéramos ido goleados al descanso. España fue tan superior que avergonzaba el remedo de equipo del “Chemo” en esos primeros veinte. Con el correr del sufrimiento, la selección peruana logró manejar el miedo escénico, pero siempre a la sombra del local. En el último toque, España siempre estuvo errático. Felizmente.

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